
Esto le sucedió hace muchísimos años en Escandinavia a uno de esos hombres que piensa que su esposas o compañeras no hacen nada en la casa. Una noche el hombre llego cansado del trabajo y se quejó porque no encontró la comida servida, el bebe lloraba y la vaca no estaba en el establo. Me mato trabajando mientras tú te quedas en la casa, y cuando llego ni siquiera la comida esta lista, farfullo. No es justo. Ojalá mi trabajo fuera tan fácil como el tuyo. No te pongas así, querido le contesto su esposa. Si quieres yo mañana te reemplazo en el campo y tú te quedas cuidando de la casa. Este bien acepto el hombre, satisfecho. Un día de descanso no me vendría mal. Al día siguiente la mujer se levantó temprano y se fue a cortar el heno en los potreros. El hombre se levantó también y se dispuso a hacer las tareas caseras. Lo primero era lavar ropa. Estuvo restregando un buen rato, hasta que se acordó que tenía que preparar la mantequilla. Se hallaba en esta tarea cuando cayó en la cuenta de que no había puesto la ropa a secar. Fue entonces al patio, la exprimió, la colgó, y de regreso a la cocina encontró al marrano comiéndose la mantequilla. Furioso, lo persiguió hasta que consiguió sacarlo. Al salir de nuevo al patio, vio con horror como la cabra estaba mordiendo una de las camisas que acababa de colgar. Lo espanto, cerro la cerca, persiguió otra vez el cerdo hasta que pido al fin atraparlo y lo encerró en la marranera. Para entonces el reloj ya había dado la una de la tarde, y él ni siquiera había terminado de hacer la mantequilla. Se puso de nuevo en esta tarea, pero tuvo que interrumpirla cuando oyó los mugidos de la vaca en el corral. No había tiempo de llevar a pasarla al potrero. Decidió subirla al techo de la casa. Las casas de los escandinavos son bajas y de techo cubierto de hierba, para que comiera y así poder ocuparse del bebe, que acaba de despertarse y lloraba sin parar. Había que preparar la sopa. En esas estaba cuando oyó a la vaca resbalar del techo. Dejo lo que estaba haciendo, subió al techo, le echo una soga al cuello a la vaca, metió la soga por la chimenea y en cuanto estuvo de nuevo en la casa se ató el otro extremo de la soga a la cintura. Así evitaría que la vaca resbalara mientras el terminaba con la sopa. Pero la vaca resbalo y arrastro al pobre hombre hacia la chimenea, haciendo caer de cabeza en la olla. Así lo encontró su mujer cuando llego del trabajo. Gracias al cielo llegaste, exclamo el hombre, al verla entrar. Este trabajo no es para cualquiera, no sé cómo nunca lo había visto. Perdóname, mi vida. Y desde entonces nunca se volvió a quejarse, y ayudaba a su mujer cada vez que podía.
Cuento popular escandinavo.