
Dédalo fue uno de los más ingenios y solicitados constructores de la antigua Grecia. A su famoso taller de Atenas acudían los más variados personajes en busca de las soluciones los problemas relacionados con su oficio. Dédalo encontraba la manera de que su trabajo fuera más productivo, más rápido y menos duro. Durante años no hubo quien lo igualara y su prestigio se extendió por todas las islas griegas. Un día su hermana Policasta le pidió que admitiera a su hijo Talos como aprendiz en el taller. Dédalo accedió y tomo a Talos a su mando. El sobrino de Dédalo pronto se revelo como un inventor genial. Su inteligencia era muy superior a la de Ícaro, el hijo de Dédalo. Lo cual avergonzó mucho al viejo inventor e hizo que sintiera por talos una gran aversión. Las cosas empeoraron cuando Talos empezó a superar a su maestro y los atenienses se dieron cuenta de la genialidad de este muchacho de doce añitos que había inventado la sierra para los carpinteros, el torno para los alfareros y el compás para los matemáticos, ingenieros y arquitectos. Enloquecido por la envidia, Dédalo mató a Talos. Esto fue una gran tragedia para la ciudad de Atenas, pues al enterarse de lo sucedido, Poicaste también se quitó la vida. Dédalo e Ícaro fueron expulsados de la ciudad y tuvieron que buscar refugio en la isla de Creta, donde Minos los acogió y puso a Dédalo a trabajar para él. Su primer gran encargo fue un laberinto para encerrar al Mino tauro, un mostro con cuerpo de hombre y cabeza de toro al que Minos le ofrendaba sacrifico. Dédalo un complicadísimo laberinto del que no pudieron escapar ninguna de las victimas que Minos ofrendaba al Mino tauro, hasta que Teseo lo recorrió para salvar a su amada Ariadna y mató al monstruo. Enfurecido por el fracaso de Dédalo, Minos lo mando encarcelar junto con su hijo. En su obsesión por escapar, Dédalo construyo dos pares de alas para él y para Ícaro, de manera que pudieron abandonar la isla por aire. Las alas estaban hechas de plumas sobre una armazón de cera. El día planeado para la huida de Dédalo le pidió a su hijo Ícaro que fuera muy prudente, que no volara ni demasiado cerca del sol, ni demasiado cerca del mar. Las alas funcionaron muy bien y padre e hijo lograron escapar de Creta. Pero cuando se encontraban en alta mar, Ícaro olvido las recomendaciones de su padre, quiso saber hasta dónde podría elevarse con sus alas y tomo tanta altura que el sol derritió la cera que sostenías las plumas y el imprudente muchacho se precipito en el mar. Desconsolado Dédalo comprendió que este era el precio por su soberbia y por sus crímenes.
Mito Griego.