
Con motivo de la guerra de Troya, muchos reyes de las islas griegas fueron llamados al combate. Ulises, rey de Ítaca, fue uno de ellos. Él no quería partir, pues era feliz en su reino con su adorada esposa Penélope, su hijo Telémaco, su anciano padre Laertes y sus fieles súbditos, pero tuvo que cumplir su deber. Al despedirse, le prometió a Penélope que regresaría y le pidió que lo esperara. Ella le dijo que así lo haría. La guerra duro diez largos años, luego de los cuales los combatientes empezaron a regresar a sus hogares. Pero Ulises no regresaba, ni llegaban noticias de él y de sus compañeros. Todas las mañanas, Laertes caminaba hasta la playa y miraba durante horas hacia lo lejos con esperanza de ver aparecer en el horizonte la nave de su hijo, sin ningún signo favorable. El desconsuelo se fue apoderando de él y al cabo de un tiempo se encerró en su cuarto y no volvió más a la playa. Penélope, sin embargo, no perdía las esperanzas y seguía guardándole su sitio en la mesa, limpiando su arco y lavando su ropa. El rumor de la muerte de Ulises se rego por toda la antigua Grecia y no tardaron en hacerse presente en Ítaca príncipes de otras islas dispuestos a casarse con Penélope. La reina los alojo en su palacio y los atendió como correspondía a su rango, pero no les dio esperanzas. Los pretendientes, convencidos de que Ulises había muerto, ignoraron el sentimiento de la fidelidad de Penélope hacia su esposo y comenzaron a insistir que debía escoger a uno de ellos para casarse. La reina les dijo entonces que lo haría en cuanto terminara la tela que estaba tejiendo para envolver en ella al anciano Laertes cuando muriera, pues su edad era muy avanzada y estaba muy triste por la desaparición de su hijo. Los pretendientes aceptaron y decidieron esperar a que Penélope acabara su trabajo. Pero Penélope desbarataba en la noche lo que había tejido durante el día y distraía de esa forma a los pretendientes, que se portaban de manera cada vez más grosera y abusiva, celebraban festines todos los días, mataban el ganado de Ulises para comérselo, bebían sus botines y cometían toda clase de atropellos contra sus criados. La bella Penélope los contuvo de esta manera el tiempo suficiente para que Ulises regresara y acabara de una vez por todas con los abusos cometidos por estos brutales hombres en el palacio de noble y leal esposa.
Adaptado de la Odisea de Homero.