
Los dioses de la antigua mitología griega visitaban con frecuencia a los hombres de la Tierra. Para ello tomaban forma humana o animal y se mesclaban entren las gentes del campo o la ciudad, logrando pasar inadvertidos. Fue así como en una ocasión Zeus, rey de los dioses, y Hermes, el dios mensajero, se convirtieron en dos humildes caminantes en viaje hacia Atenas. Al llegar a una aldea de Frigia, fatigados y sedientos llamaron a las puertas de varias casas en busca de posada, pero nadie les abrió. Fueron tratados con dureza y desprecio y corridos en medio de insultos. Muy tristes y decepcionados, atravesaron la ciudad, sin que ninguno de los transeúntes mostrara el más mínimo interés por ellos al llegar a las afueras, golpearon a la puerta de una humilde vivienda que alzaba en lo alto de una loma. +un anciano les abrió, el saludo amablemente y les hizo seguir. El nombre de este hombre era Filemón. Baucis, su esposa su esposa, salió también a recibirlos y los invito a cenar. Los dos ancianos vivían muy pobremente, a duras penas contaban con una cama, una mesa con bancas de madera y algunos cacharros para cocinar al fuego de la chimenea. Sin embargo, todo ello lo pusieron a disposición de sus huéspedes, con alegría y generosidad. Mientras Baucis preparaba un potaje de verduras, Filemón lleno una jarra de vino fermentado por el mismo y les ofreció Zeus y a Hermes, muy complacidos, bebieron a la salud de los dos ancianos. Luego de un rato de estar compartiendo con sus huéspedes, Filemón se quedó admirado de que el vino no se acababa. De que por más que todos se servían la jarra siempre estaba llena. Entonces se dio cuenta que se hallaba ante los dos dioses del Olimpo. A partir de ese momento redoblo sus atenciones, pidió perdón por las pocas cosas que tenía y trato de atrapar el único ganso que había en la casa, para cocinarlo en su honor. Pero Zeus y Hermes dijeron que no era necesario. Les dieron las gracias a los dos por las atenciones, y les dijeron que le pidieran lo que quisieran. Baucis y Filemón se miraron y permanecieron mudos por un momento, con los ojos llenos de lágrimas. Luego Filemón hablo y les pidió que, si alguno de los dos muriera, no permitieran que el otro siguiera viviendo, pues querían morir juntos. Zeus y Hermes les prometieron que así seria y les anunciaron su decisión de inundar la aldea, en castigo por la falta de generosidad de sus habitantes. La aldea fue inundada y la casa de Filemón y Baucis convertida en un templo que ellos mismos cuidaron hasta el día de su muerte, uno al lado de otro.
Mito de la antigua Grecia.