
Wang era un pequeño niño campesino de China que encontraba gran placer ayudándoles a sus padres en las plantaciones de arroz. Un día, de pronto, de llover. Los ríos y los pantanos empezaron a secarse, y Wang supo que, si a los arrozales de sus padres les pasaba lo mismo, el hambre no tardaría en llamar la puerta. Padre dijo un día, déjame ir a la ciudad para ganar algún dinero. Ardía en deseos de ayudar a su familia, y aunque a su padre no le gustaba la idea, finalmente lo dejo marchar porque al menos en la ciudad podía ganarse la vida. Horas después de haber emprendido el camino, se encontró con un anciano que llevaba un bulto al hombro. Déjeme ayudarle dijo Wang tomando el bulto. El viejo estuvo muy agradecido, y siguieron juntos a la ruta, al poco tiempo el cielo se llenó de relámpagos y el sonido de los truenos ensordeció a Wang, quien miro asustado al anciano. No te preocupes contesto el viejo son mis dragones, has sido bueno y solidario conmigo y quiero que los conozcas. Soy un poderoso mago, ya verás cómo manejo los truenos y las lluvias. Y diciendo esto, lo llevo hasta un par de barriles enormes en los que los dragones echaban fuego por las narices y armaban un gran alboroto. Estos son, y ahora donde quieres que llueva, en la región de mis padres. El mago le pidió que subiera a uno de los barriles y Wang noto enseguida que estaba lleno de agua. El barril se elevó como un globo mientras el dragón bufaba y llenaba el cielo de estellos con su lengua de fuego. En cuanto reconoció las plantaciones de arroz de la región de sus padres, Wang empezó a lanzar agua a mano llenas. Estaba tan entusiasmado que no se dio cuenta que el mago y el dragón había desaparecido, y se encontró frente a sus padres, completamente mojados y felices que hubiera llovido. Una vez en casa, Wang les contó sus aventuras y ellos escucharon maravilloso y orgullosos.
Cuento tradicional chino.